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Debería ser UN DERECHO y no UN LUJO

Debería ser UN DERECHO y no UN LUJO


Parece mentira que tengan que pasar estas cosas que estamos viviendo a día de hoy para poder disfrutar de algo tan sencillo y esencial como pasar “algo de tiempo con mis hijas”. Después de más de 6 meses viviendo la Anti Conciliación más brutal de mi vida profesional y de ver a mis hijas poco más que una hora por las mañanas para llevarlas al colegio, por fin puedo disfrutar de escuchar las preocupaciones de mi hija mayor y las fantásticas historias creadas en la pequeña cabecita de mi hija pequeña.

Vivir encerradas en cuatro paredes tanto tiempo por una cuestión preventiva nos está permitiendo disfrutar de lo que debería ser un derecho y no un lujo, que es en lo que se ha convertido para muchas madres que como yo han tenido a sus hijos para estar con ellos algo más del tiempo que se usa para dormir.

El despertador biológico de mi pequeña Carlota suena a la misma hora de todos los días, las 7:00 horas, pero se cuela al calor de la cama grande de mamá y puedo disfrutar de un par de horas más de sueño amenizada por las interminables historias que ya de buena mañana viene contando la ratoncita.

Amelia suele amanecer contenta si ha dormido más de diez horas, lo que quiere decir que por lo general se levanta malhumorada porque quiere dormir más… Disfrutar de un despertar silencioso y amoroso es una auténtica maravilla que estamos disfrutando estos días.

Me pregunto cuanto han aprendido mis hijas en todo este tiempo en el que solo las he visto para desayunar y para hacer actividades los fines de semana que compartimos juntas y en los que no tengo que seguir trabajando…

Carlota tiene una psicomotricidad fina que me ha dejado con la boca abierta esta mañana, sus dibujos ya tienen formas proporcionadas y los “monstruos” que dibujaba con cabezas grandes y palitos en las extremidades ya han dado paso a figuras proporcionadas con todas sus partes perfectamente diferenciadas.

Amelia pregunta a cerca de todo, quiere que le cuente todo lo que sé del virus, quiere que hablemos de las cosas que estoy aprendiendo en mis cursos,  quiere ayudarme en absolutamente todo lo que hago en la casa.

Cuando los niños son tan pequeños, crecen a una velocidad extraordinaria, y en solo unos días han ganado en vocabulario, expresividad y capacidades de todo tipo.

Casi había olvidado que nos encantan las rutinas hogareñas típicas familiares, recoger la casa, preparar la comida,  poner la mesa o fregar los platos,  hacer bizcochos o preparar macedonias. Tengo un pequeño grillo que se cansa en seguida de estas actividades y se dispersa en sus juegos de niña y una mujercita que me da lecciones extraordinarias de entereza y de pura realidad.

-              ¿Mamá estas triste o preocupada? No es lo mismo, cuéntame lo que te pasa…

-              ¿Ese problema tiene solución? Tú siempre tienes soluciones para todo…

Me gustaría decirle que no siempre tendré solución para todos los problemas que nos toquen vivir, ni encontrare todo lo que se pierda. Me gustaría decirle que no siempre se hacen cosas que nos gusten pero que hay que hacerlas para poder vivir y que espero que no me recuerde cuando sea mayor como una madre que no estaba cuando la necesitaban.

A veces necesitamos vivir situaciones que nos hagan enfrentarnos a una realidad que no veíamos, necesitamos ver de frente una persona que nos haga un espejo durísimo y que nos frene en seco para mostrarnos lo que no queremos ser.

Así es el ser humano… así de imperfectamente perfecto.

Seguramente en los próximos días andaré estirándome de los pelos porque han colmado mi paciencia, de la que no dispongo mucha, y estaré deseando irme  a  “Nunca Jamás” yo sola a estar en silencio… seguramente…

Pero hoy estoy tan feliz de poder disfrutar de este tiempo con ellas encerradas, siendo conscientes de que los recursos no son ilimitados, que hay que cuidar nuestra casa entre todas porque es donde vivimos, que todas tenemos obligaciones y tareas que hacer, que las rutinas se tienen que ver lo menos alteradas posibles a pesar del cambio.

Vamos a leer, bailar, saltar, disfrazarnos, trabajar… vamos a cocinar, hablar, negociar… en estos días vamos a compartir mucho más que tiempo en casa, vamos a compartir lo que no debería negarse a ninguna madre, la oportunidad de crecer con sus hijas, de vivir la familia tal y como la conozco y la viví en mi casa.

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