Yo, no sé meditar
La palabra meditación y yo nunca hemos tenido demasiada buena relación. Nunca nos hemos puesto de frente y la he negado, simplemente he hecho como si no existiera, como si formase parte de la vida y vocabulario de otras personas.
Escuchar la mente, o dejarla en blanco… ¿qué sentido podría tener eso?
Desde muy joven he disfrutado de vivir metida en una espiral de generar, hacer, producir, ganar, perder, tener… ahí, la parte que no es tangible tiene poca cabida, y el silencio mental es un absoluto desconocido.
Un día cualquiera, de esos en los que te levantas y crees que todo seguirá igual, tu vida te para con un ataque de ansiedad. Al final, estaba acumulando más de lo que era capaz de gestionar.
Enfocada en aprender a vivir con tal descomunal cúmulo de información y de problemas de mayor o menor relevancia, descubrí que lo que tenía dentro de mí era un cuello de botella que no dejaba salir nada de lo que tenía dentro.
Fue entonces, hace algo más de 15 años cuando tuve mi primer contacto con una profesional que me hablo de “canalizar” para poder afrontar lo que estaba viviendo. Y canalizar no es otra cosa que parar y observar cómo responde la mente para que desde la tranquilidad, se puedan ir sacando las cosas que nos generan un peso extra y no nos dejan continuar.
Para esos entonces llegó a mi vida el libro “La buena crisis” de Alex Rovira, desde entonces nada ha sido igual en mi vida.
Pero yo, no se meditar.
Cambié de ciudad y de vida, dejé atrás familia, amigos, hogar y cientos de miles de experiencias, me marché sin mirar atrás, aunque a veces cuando vuelvo a mis raíces, siento que de alguna manera nunca me fui. Deje todo atrás, pero me lleve mi estilo de vida, el mismo estilo que me acorralaba continuamente y me esclavizaba. Querer ser la mejor y llegar más alto tenía un precio que merecía la pena pagar, al menos eso creía.
Unos cuantos años después de mi llegada a la capital, una hija y embarazada de la segunda, vivo mi segundo bloqueo y ataque de ansiedad, conduciendo y en pleno trayecto al trabajo pierdo la vista, a una velocidad de 60km/h los segundos parecen horas para unos ojos que no pueden ver y para un cuerpo en el que se activa el modo bloqueo por “peligro”… la vista volvió, así como los dos años sin conducir fuera de la ciudad por miedo a que volviese a pasar.
De nuevo el cuerpo me había dado un aviso.
Con el tiempo descubrí que por más insistencia que hubiese por mi parte de no escuchar a mi cuerpo, de no entender a mi mente, jamás podría obrar de forma paralela, ya que todo es uno y lo que afecta de una u otra forma a una de las partes, arrastra al resto.
“Si tu cambias, todo cambia”, había escuchado esta frase infinidad de veces, pero sinceramente, nunca le había prestado mucha atención, pero decidí probar y actuar en pro de lo que decía…
Comencé con el cambio y de forma casi mágica empezaron a aparecer en mi vida todo tipo de maestros, coach, psicólogos, instructores… cada uno con un mensaje, cada uno con una enseñanza…
Pero yo, no se meditar.
Aparece entonces mi gran maestro, que, sin saberlo, me hace de ejemplo y me inicia en lo que de lejos pareciera ser una vaga intención de meditación…
Demasiada actividad dentro de mi cabeza…
- -Tienes muchas cosas que hacer para estar aquí parada sin hacer nada…
- -Que pérdida de tiempo tan grande
- -No vas a conseguir dejar de pensar en todo lo que tienes que hacer
- -Esto no es para ti, eres una ingenua si pensaste por un momento que funcionaría
- -Puedes quedarte aquí parada o ponerte a producir…
- -Parar es un lujo que igual no deberías estar tomándote en este momento…
Entre tanto, aparece por casualidad el libro “El disfraz el meteorito” de Cris Novela y si bien el libro llamó mi atención por abrirme los ojos en cuanto a la obsesión que tenemos en esta sociedad por mostrarnos de una forma muchas veces poco real y creernos además esa imagen falsa de nosotros mismos, pero que encaja a todas las escalas dentro de los círculos y estándares, fue el proyecto que hay escondido detrás del mismo el que me hizo creer en el poder de la mente.
La vida me regaló poder tomar café con Cris, que es un baúl lleno de magia la mires por donde la mires… puedes creer o no en su espiritual estilo de vida, cuestionar sin pruebas la eficacia de su método, puedes envolverte en el desconocimiento que nos hace verter juicios… pero hay algo que no puedes hacer cuando la tienes delante, sentirte indiferente.
He conocido pocas personas que como ella te miren de frente largos minutos mientras hablas, ese tipo de personas que parecieran tener el poder de ver lo que tienes dentro con solo observarte, ese tipo de personas que dan luz a toda ser que tocan… Cris es ese tipo de personas, calmada, cercana.
-Voy a subir unas meditaciones en The Wake Up Concept a las redes sociales, igual podrías ver que tal te funcionan – me sugirió
-Yo, no se meditar – repliqué
Pleno confinamiento, más de 18 días encerrada en 60 metros de piso, con algo más de 5 ventanas por las que dejar entrar la luz y el aire… 18 días compartidos con dos almas inquietas de 4 y 6 años… 18 días en los que se necesita algo más que buena voluntad para encontrar la paz y el equilibrio en el caos.
Ahí estaban aquellas meditaciones, seguidas de un breve y modesto mensaje que conseguía hacerte pensar largo rato después de escucharlo… ahí estaban sus meditaciones guiadas, sostenidas por una música capaz de transportar a otra dimensión a cualquiera que se diese la oportunidad de parar y dejarse llevar.
- Yo, no se meditar Cris, he conseguido un estado de relajación enorme, he repetido cada meditación varias veces y lejos de conseguir “meditar” lo único que he conseguido es sentirme en paz durante ese rato en el que escuchando tu voz a parecido pararse el tiempo- envié en una nota de voz a Cris
-Si te relajas es precisamente porque consigues esa conexión energética Bea, y ese es precisamente el resultado. Tu versión más pura es la que está en paz con todo. ESA es tu esencia. A que molas mucho? Y lo mejor… a que no te conocías?-
- Yo, no se meditar, pero he meditado -